domingo, mayo 13, 2007

El idiota

Últimamente me he estado devorando "El Idiota" de Dostoievsky. Es la historia del príncipe Mishkin, un joven epiléptico y huérfano, marginado de la sociedad rusa y criado en un pueblito suizo. La historia se desarrolla desde la llegada de este hombre/niño, sensible y transparente a la sociedad de San Petersburgo de mediados del s. XIX. Una sociedad donde los títulos de nobleza, el dinero y el éxito social predominan. El príncipe, llega solo con una maleta y un viejo traje a casa de un renombrado general, a raíz del cual empieza a relacionarse con personas corrompidas y materialistas; impulsivas y seductoras. El es un idiota a ojos de esa sociedad, pero a ojos del lector se trata de una persona muy sabia, coherente y sensible. El clásico juego de las novelas de Dostoievsky, que nos lleva a a sospechar de lo establecido y de valores que un determinado mundo ve como incuestionables. Hay quienes nos preguntamos y sospechamos de lo que se nos ofrece como verdad absoluta, como un príncipe Mishkin cualquiera. Y no es nada sencillo, a ratos tenemos que pagar el precio de la humillación o pasar por desadaptados o incomprendidos solo para que cierto verdugo no enferme de frustración y para que el mundo siga girando, con su soberbia incluída.
Me pregunto ¿qué sería de este mundo sin los "idiotas"? ¿qué pasaría si nos creyéramos todo lo que se instala frente a nuestros sentidos?, ¿si nos convenciera lo que hablan los periódicos y lo que dicta el último grito de la moda?, ¿si aceptáramos como verdad absoluta el discurso de ese político que parece tan convencido de lo que dice?, ¿o si nos creyéramos los juicios, cualquiera que estos sean, sobre nuestra persona?
Recorriendo estas páginas, me pregunto qué tan idiota soy. Me imagino que casi cualquiera que lea esta novela se sentirá identificado con el príncipe idiota; una de las virtudes de la narrativa de Dostoievsky. Sin embargo, no son muchas las que realmente lo son. Desde el punto de vista de esta novela, que me nombraran idiota sería un verdadero halago, porque se trata de alguien que tiene que ir contra la corriente para no contradecirse, un verdadero héroe.
El otro día conocí a un dibujante que me enseñó uno de sus dibujos; diferente al concepto que suelo tener de un dibujo. El se imaginaba espacios en la ciudad y los desarrollaba hasta que parecieran lo más real posibles. Luego, como una cámara objetiva, la imágen se acercaba abarcando todo el volúmen del dibujo (en 3D) que parecía estar saliéndose de la pantalla del ordenador. En este caso, se trataba de un edificio solitario, flotando en un enorme campo de pasto, y con un árbol que se reflejaba como en un espejo.
Minutos después, la conversación se desvió hacia el príncipe Mishkin y comencé a hablarle de este curioso personaje. No comprendía el motivo que me llevó a hablarle del idiota, pero luego se me vino la imagen de su dibujo e imaginé que los personajes de Dostoievsky y el príncipe en particular, están desarrollados de manera tal que puedes conocer sus fortalezas y flaquezas, lo que te permite comprenderlos (y amarlos) como su propio creador. Se trata de personajes tridimensionales y de una sensibilidad especial para percibir al otro: ¿te veo como un dibujo plano o con todas tus dimensiones y contradicciones? ¿soy capaz de sacarte de tu contexto y no juzgarte por lo que me enseñas ahi parado frente a mí?

Las personas tenemos varias dimensiones o perspectivas de nosotros mismos. Recuerdo una novelita de Pirandello llamada algo así como "Uno, ninguno y cien mil" que te enseña las diferentes facetas que puede tener una persona. Nosotros somos muchos a la vez: la imagen que me devuelve el espejo un día tal, cómo me ve el vendedor de la esquina o mi pareja. Pero sería diferente si fuéramos capaces de ver al otro en sus diferentes dimensiones, como un volúmen más que como una imagen plana.

De alguna manera, como están las cosas hoy en día (ni siquiera es necesario entrar en detalles) ser idiota, así como el príncipe mishkin, no solo es ser un artista incomprendido, sino alguien capaz de sospechar de lo que la realidad le está ofreciendo, aceptar esa sospecha y dudar de los discursos e imágenes que se te imponen. La única certeza que tengo viene de las imágenes que crea mi mente y de darle una oportunidad al otro como una compleja figura tridimensional, así como ese dibujo que me enseñó mi amigo o como un personaje de Dostoievsky.

jueves, mayo 10, 2007

El rey del país de barro


Esta imagen está fuera y dentro de mí.

martes, mayo 01, 2007

El triste corazón de Londres

Salí de esta ciudad y me trasladé a Londres por cinco días a visitar a mi amiga Ema, quien estuvo un año en Chile compartiendo casa, puchos, tés con leche y eternas conversas conmigo (de esas transversales, que van de un tema a otro sin cansarse) . Pensé que llegando a esta ciudad desconocida, me alejaría de todas las ansiedades que te puede provocar una ciudad como Barcelona; pequeña, densa, turística, dinámica y donde el aire a veces se estanca y no hay donde echarse más que entre los pasos rápidos de la gente o mirando el caldo del mediterráneo e imaginando el enorme y cansado continente que está del otro lado.

Me habían dicho que Londres era una ciudad difícil, claro, me imagino que lo es para los que intentan armarse una vida allá, lo cual no es solo conseguir trabajo, sino que también entrar en el mundillo de sus habitantes. Durante los días que estuve allí, en el barrio de bethnal green, me impresionó la calidad de vida de sus habitantes: enormes parques (con lagos y cisnes), limpieza absoluta de sus calles, identidad de barrio y los famosos pubs, donde se reúnen todas las generaciones, colores y tendencias del barrio a cualquier hora para compartir unos pints (chelas), algo de música y las anécdotas de la jornada laboral. Pero cuando caminaba por el barrio o por el centro, aunque siempre hay muchas atracciones para visitar, una nube densa parecía atraversarme y tocar mis fibras más sensibles. Este aire, a ratos obscuro se colaba por mi piel para invadir algún lugar cerca de mi garganta, que me hacía recordar imágenes que tragaba con espesura; lo que el pasado te devuelve cuando uno camina sola dentro de una nube. No sé porqué esta ciudad más que el presente, me hizo invocar el pasado.

Así, en medio del British museum, entre las cerámicas chinas, me vino un sentimiento melancólico muy fuerte, aún no comprendo bien el motivo, pero me sentía ajena a esas vitrinas, más allá de lo que ellas mostraban. Me imaginaba que esos preciosos budas, manuscritos y jarrones no pertenecían a ese lugar y yo tampoco. Lo mismo me pasó con todas las obras de arte que vi en los museos y no sólo en el British (de historia antigua), sino también en la National Gallery, donde las pinturas me parecían encarceladas, al igual que yo entre sus paredes y en esa gran ciudad (sentí una complicidad secreta entre yo y Chagall). En la Tate Gallery, hasta el retrete de Duchamp me parecía un prisionero, pero Duchamp al menos se jactaba de eso. Sentí que esta ciudad era una gran vitrina y que si el mundo fuera así, yo me encontraría en el escaparate equivocado. Incluso en el parque del barrio sentí eso y lo único que saqué en limpio es que no sé bien de dónde soy pero cuando llego a un lugar que no me pertenece me queda clarísimo de dónde no soy.

Mi mirada cambió un poco en estos días. Me sentí como el retrete de Duchamp queriendo volver al baño público o como las meninas de Velázquez al palacio de la corte (aunque las meninas no están en Londres, en fin) Mi mirada cambió y me dolía hasta el pecho, a pesar de todos los pints, conversas y amigos que tuve cerca.

En limpio pude sacar que es una ciudad que sufre de una enfermedad oculta, que corre con el aire denso. Es hermosa y casi perfecta, eso no lo niego, pero ahi me sentí en el corazón del mundo occidental, y pude sentir que ese corazón latía lento y cansado, al igual que el mío allí.

chiloé en londres


Encontré este dibujo de ema y flor en Chiloé. Apareció en un lugar muy lejos de la isla y de mí y en ese momento me sentí como náufraga de esos colores y trazos; en otra isla enorme llamada inglaterra.


salud!