viernes, febrero 22, 2008

El descanso

Después de recorrer cientos de páginas de novelas vampirescas y "paranormales", abro al fin la ventana de mi habitación y decido salir a balconcito a tomar un poco de aire, pero ya es de noche. El aire está frío y desde las alturas diviso a un transeúnte que camina impaciente envuelto en su abrigo negro, prendo un cigarrito, luego una señorita de labios rojos, le pego una fumada y el habitual canto de mi gaviota se transforma en un granznido; me alimento un poco de ese aire frío y denso con un gran suspiro y me detengo a mirar más allá... lo más lejos posible para descansar la vista. Me aferro a una luz diminuta que ya no sé si viene del mar o del cielo, ¿será un barco o una estrella? da igual, lo importante es detenerme un rato allí y descansar; mar o aire son igual de válidos para vaciar mi mente de tantas historias, lugares y personajes predecibles (la desventaja de los "bestsellers"). Esa luz brilla sola y yo sueño a través de ella, pero sueño el día y el sol, el mar o el cielo en que mañana ella desaparecerá. Sueño la ciudad despierta y viva y entre el tumulto, algún rincón solitario y soleado que haría rebotar mi voz. Logro relajarme por completo y dejar de pensar. Allí es cuando los discursos e historias entrecruzadas se definen en una melodía que pareciera venir de muy lejos.

Cuando mi mente se ve invadida de imágenes ajenas, como suele pasar después de darle duro a este tipo de lecturas, los juicios de cualquier tipo tienden a desaparecer con la misma rapidez con que aparecen y mi mente se torna versátil; he desarrollado una capacidad de contener y vaciar historias sorprendente, que temo comience a aplicarse a mis historias cotidianas, lo cual no me disgustaría en lo más mínimo; así se sufre menos dirían los budistas y los androides.

Poco a poco comienzo a recuperarme de este efecto nocturno y a través de la ventana cerrada de mi descanso, diviso mi habitación sin mí. Se ve tan cálido ese lugar desde el otro lado que parece un arma de doble filo: capaz de desintegrar a cualquier vampiro e incluso a mí misma, que sintonizada con esa noche logro ver ese lugar como si fuera inalcanzable y disfruto con ese juego.

El desorden habitual de libros y ropa sobre la cama, las almohadas bajo el dibujo de unas orugas y telarañas (posición que -imagino-da al sol matutino), lámpara y vela encendidas, un par de dibujos de caras expresivas... y apenas divisable, una silla. El ángulo en que está situada me hace imaginar que está frente a una mesa y el desformado cojín de lana que la cubre, da la sensación de que esa silla ha sido usada hasta hace muy poco y bastante, por alguien que volverá pronto a ocuparla. Desde afuera, ese lugar se hace irresistible, me imagino que ahi vive otra persona y de lo que sería capaz por entrar ahi a conocerla. Quizás golpearía la ventana inventándole alguna excusa, aunque sea la del vasito de agua, con tal de que me abriera y me dejara estar ahí aunque fuera solo un momento. Vaya juegos que se tiene que inventar uno para hacer más atractivo el trabajo.