martes, octubre 11, 2005

Expectativas

Es curioso cómo la mente de uno es capaz de montar todo un paisaje fantasioso a partir de una "expectativa", palabra que en gran parte de los casos puede pasar por sinónimo de ilusión o sueño. Hay veces en que las expectativas coinciden en cierto grado con la realidad, pero la mayoría de las veces no y uno es bien terco en comprender que a veces es mejor no hacerse ninguna expectativa y vivir esa situación, conversar con esa persona o leer esa novela sin tanto juicio previo. Otra cosa es disfrutar de la expectativa misma, saborearla y vivirla como un maravilloso sueño sin medir la realidad en relación a ella.

En fin, creo que varios podemos coincidir que desilucionarse en base a una expectativa muy alta es jodido y nos pasa todo el tiempo, con los detalles más cotidianos.

Conseguí unos honguitos para el fin de semana, hongos mágicos que me harían tener un precioso viaje con la naturaleza, transformarme en un ente capturado entre las ramas de los árboles y el cemento de la ciudad. Llegaron a mis manos, los cuidé y conservé durante la semana para el esperado día en que partiríamos cerro arriba. En una roca a los pies de las montañas que rodean Santiago nos comimos esos pedacitos de hongos mezclados con tierra que parecían pedacitos de barro negro con un dejo a sabor a champiñón. Cada uno comió su pequeña porción y comenzamos a subir el cerro, caminando por una preciosa cuesta medio desértica llena de flores silvestre, como un desierto florido con toda la ciudad a sus pies. Paisaje que nos llevaría a desplazarnos como duendes y encontrarnos en un mundo perfecto, sin el juego del tiempo. Pasó la primera hora y disfrutábamos inmensamente del paisaje, pero seguíamos igual que siempre, y así comenzó a pasar la tarde y nada fuera de lo común, el tiempo seguía marcando su paso. Entonces seguimos montaña arriba y nos tiramos en una loma llena de flores a mirar el paisaje y sentir el viento, y sí, la sensación era alucinante, el lugar lo era, pero éramos nosotros como en un día cualquiera, y los honguitos ná que ná. Entonces nos resignamos y seguimos nuestra caminata ahora confiando en los poderes naturales de nuestra mente, los que sin ayuda de ninguna planta mágica y con bastante inspiración y concentración se pueden echar a andar. Y luchamos contra el calor, caminamos y nos insolamos hasta bajar a la ciudad por el veraniego Fanshop en la plaza y luego resignarnos más aún a la urbe y meternos en una sala de cine a ver la película menos indicada para una tarde llena de expectativas no cumplidas -"La caída"-, bueno, pero el fanshop estuvo bien refrescante y esa lomita en el cerro, uff, deliciosa.

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