Preparando un proyecto ficticio para el barrio de Gracia, como a ninguno en el grupo se le ocurría un nombre para el proyecto, llegamos al acuerdo de que al día siguiente nos reuniríamos y cada uno tendría que llegar con al menos un nombre tentativo. Al día siguiente, media hora antes de tomar el metro para la universidad, comienzo a hacer esfuerzo mental para que se me ocurriera algo. Cuando fuerzo mi pensamiento a las ocurrencias es justamente cuando ellas no llegan y esa ley se volvía a confirmar cuando ya faltaban quince minutos. En los diez restantes y bajo presión se me ocurrió un nombre que iba de acuerdo al proyecto y que más aún, me había gustado. “Crea voz” y luego abajito “tu opinión es creación”. Y dándole vueltas a esa idea y con las acuarelas que le compré al Paki de la esquina, empecé a dibujar un logo con este nombre encerrado en un círculo y letras ovaladas, rodeadas de una serie de símbolos que daban la noción de barrio.
Llegué atrasada pero con el nombre y logo del proyecto, el cual, a falta de otras sugerencias, les mostré inmediatamente en el mesón de la cafetería, teniendo buenas críticas y pasando a ser el logo oficial del proyecto que expondríamos la semana siguiente frente al curso y dos profes. Es más, a los miembros del grupo les gustó muchísimo el diseño y me pidieron que diseñara a mano una franja con el mismo motivo para el Power Point.
Llegado el día de la disertación, repartimos a profesores y alumnos un tríptico con la propuesta del proyecto que llevaba en la portada el logo “Creavoz”. Al terminar la disertación, que a mi parecer fue bastante fluida, un profesor se empeñó en hacernos preguntas rebuscadas y a cuestionar los distintos puntos de nuestro proyecto, el que defendíamos a garras y uñas. Hasta que sus criticas llegan al logo y dice “...además, ¡Qué es esto!”, mostrando el diseño “¡Si parece el logo de una secta religiosa del siglo XIX!” “¡No puede ser este logo!” y así una sarta de críticas destructivas más que constructivas que ya me tenían con la pera tiritando y con el resto del grupo bastante ofendido y enrabiado.
Al terminar la disertación, salí de la clase directamente hacia el metro con una carcajada interior, y un discursillo interno en el que me auto convencía a mi misma, “bueno, en realidad lo hice media hora antes” y “sí, capaz que estaba bien mal hecho” Iba divagando en eso, cuando me encuentro con un grupo de compañeras, y una me comenta “Oye, pienso que al profe se le pasó un poco la mano con las críticas” y yo le respondo con una carcajada “¡Mi logo!, ¡mi amado logo ha sido comparado con una secta religiosa!. ¡Te creo que yo fuera religiosa, jajaja!” “Al menos si hubieran sido críticas constructivas, pero ni siquiera hizo sugerencias, sólo destruyó la idea” y agregué “Además, con qué autoridad Moral!!, me viene a criticar mi logo, con esas corbatas que se pone” Y las dos nos matábamos de la risa. “Jajajajaja!!!” “Sí moral, repetía mi compañera” “No se puede hacer un juicio estético con el gusto que tiene este hombre”Y así continuamos rumbo al metro comentando y riéndonos de los pormenores de la disertación, cuando vamos bajando y siento una mano en mi espalda. Me doy media vuelta y es el profe, rojo como ají cacho de cabra, y riéndose a carcajadas casi sin poder hablar. Y me dice “¡No te enfades mujer!” y yo lo miro a los ojos y le digo “¡No! ¡No me diga que..!” “Sí”, me dice el profe. “Osea, ¿escuchó todo?” “Sí”.Y yo me vuelvo del mismo color que él y atino a abrazarlo y decirle “¡Noooo!!, ¡qué vergüenza!! ¡Me muero de vergüenza!!” y los dos con una risa nerviosa y acalorados de la vergüenza. Yo le digo una última frase antes de que cada uno descendiera por escaleras distintas: “Bueno, tómeselo como una crítica constructiva”Y así, al día siguiente volví a clases y estaba el profe con la misma corbata de siempre y tratando de esquivarme la mirada, probablemente con miedo a que si nuestras miradas se cruzaban, alguna carcajada podría salir.
Al final me acerco a él y le pido disculpas, y él me dice, “No te preocupes, en realidad fui un poco duro, pero ustedes defendieron hasta las últimas y eso es muy importante a la hora de presentar un proyecto” y me dijo “Pero sí quedé con remordimientos” Y nos despedimos con un fraternal golpecito en la espalda, porque esa era su última clase. Y bueno, al menos creo que ni su corbata ni su cara se me olvidarán y que mi cara tampoco a él.
martes, marzo 14, 2006
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