martes, mayo 01, 2007

El triste corazón de Londres

Salí de esta ciudad y me trasladé a Londres por cinco días a visitar a mi amiga Ema, quien estuvo un año en Chile compartiendo casa, puchos, tés con leche y eternas conversas conmigo (de esas transversales, que van de un tema a otro sin cansarse) . Pensé que llegando a esta ciudad desconocida, me alejaría de todas las ansiedades que te puede provocar una ciudad como Barcelona; pequeña, densa, turística, dinámica y donde el aire a veces se estanca y no hay donde echarse más que entre los pasos rápidos de la gente o mirando el caldo del mediterráneo e imaginando el enorme y cansado continente que está del otro lado.

Me habían dicho que Londres era una ciudad difícil, claro, me imagino que lo es para los que intentan armarse una vida allá, lo cual no es solo conseguir trabajo, sino que también entrar en el mundillo de sus habitantes. Durante los días que estuve allí, en el barrio de bethnal green, me impresionó la calidad de vida de sus habitantes: enormes parques (con lagos y cisnes), limpieza absoluta de sus calles, identidad de barrio y los famosos pubs, donde se reúnen todas las generaciones, colores y tendencias del barrio a cualquier hora para compartir unos pints (chelas), algo de música y las anécdotas de la jornada laboral. Pero cuando caminaba por el barrio o por el centro, aunque siempre hay muchas atracciones para visitar, una nube densa parecía atraversarme y tocar mis fibras más sensibles. Este aire, a ratos obscuro se colaba por mi piel para invadir algún lugar cerca de mi garganta, que me hacía recordar imágenes que tragaba con espesura; lo que el pasado te devuelve cuando uno camina sola dentro de una nube. No sé porqué esta ciudad más que el presente, me hizo invocar el pasado.

Así, en medio del British museum, entre las cerámicas chinas, me vino un sentimiento melancólico muy fuerte, aún no comprendo bien el motivo, pero me sentía ajena a esas vitrinas, más allá de lo que ellas mostraban. Me imaginaba que esos preciosos budas, manuscritos y jarrones no pertenecían a ese lugar y yo tampoco. Lo mismo me pasó con todas las obras de arte que vi en los museos y no sólo en el British (de historia antigua), sino también en la National Gallery, donde las pinturas me parecían encarceladas, al igual que yo entre sus paredes y en esa gran ciudad (sentí una complicidad secreta entre yo y Chagall). En la Tate Gallery, hasta el retrete de Duchamp me parecía un prisionero, pero Duchamp al menos se jactaba de eso. Sentí que esta ciudad era una gran vitrina y que si el mundo fuera así, yo me encontraría en el escaparate equivocado. Incluso en el parque del barrio sentí eso y lo único que saqué en limpio es que no sé bien de dónde soy pero cuando llego a un lugar que no me pertenece me queda clarísimo de dónde no soy.

Mi mirada cambió un poco en estos días. Me sentí como el retrete de Duchamp queriendo volver al baño público o como las meninas de Velázquez al palacio de la corte (aunque las meninas no están en Londres, en fin) Mi mirada cambió y me dolía hasta el pecho, a pesar de todos los pints, conversas y amigos que tuve cerca.

En limpio pude sacar que es una ciudad que sufre de una enfermedad oculta, que corre con el aire denso. Es hermosa y casi perfecta, eso no lo niego, pero ahi me sentí en el corazón del mundo occidental, y pude sentir que ese corazón latía lento y cansado, al igual que el mío allí.

2 comentarios:

Cecilia A. dijo...

Bueno, pase lo que pase, Londres, es una ciudad que produce cosas y sensaciones, no deja a nadie indiferente. A veces es la ciudad más increíble del mundo y otras veces junto con las nubes entra una sensación de oscuridad y como tu dices, se siente una tristeza profunda…
Ahora estas de vuelta en la mágica Barcelona, sin lugar a dudas, MAGICA….
Te mando un beso grande y sigue observando, me encantó tu blog….
No te pierdas.

::::MPSM:::: dijo...

Amiga:

Qué fuerte tu paso por Londres. ¡No sabes cómo te envidio! Desde niña, he soñado con estar ahí y caminar among the fog. Siempre he pensado que es una ciudad muy melancólica y, de algún modo, lo que sentiste me lo confirma. Quizás tú no sepas muy bien a qué se debió ese extraño estado en el que te encontrabas y la verdad es que yo menos podría explicarlo, pero algo tiene la capital británica que invita a la introspección. Tú la disfrutaste, aunque tengo la sensación de que querías salir luego de allí. Y yo, por acá, lo único que quiero es algún día poder estar en ese centro del corazón occidental, que late lento y cansado, igual que el mío. ¡Uf! Qué ganas de que me contaras en persona todo lo que viste y viviste en esos días… No lo olvides nunca, para que me lo relates con lujo de detalles la próxima vez que nos veamos, ¿ya?

Te mando un abrazo bien apretado desde esta tierra que te extraña. Cuídate mucho.

Pili