Caminando hacia el paradero de Merced con José Miguel de la Farra, me encuentro una vez más con el rastaman hiphopero gringo shileno, pero esta vez, no está pasivamente sentado en el borde de la ventana del café internet 24 horas, casetas privadas, sino que se encuentra bajo el paradero moviendo sus brazos al puro estilo hi hó, la mirada completamente perdida y las palabras indescifrables de su boca, como si los autos y los sapos transeúntes no existieran ni merecieran su atención. A estas alturas, la función del paradero se ha desplazado unos 10 metros, porque la pareja y el caballero que esperan la micro, probablemente se han sentido intimidados por el loco, como si un miedo al ridículo o a ser objeto de burla los hubiera alejado del lugar más efectivo para que pare una micro.
Yo me siento ahí, como siempre y prendo un pucho, cuyo olorcillo alcanza rápidamente las narices del loco que se me acerca inmediatamente a pedirme una monea, "Bue, te doy un pucho, saí qué má, te doy dos", le digo remedando un poco su tono flaite. En realidad me cae bien el flaquito y me frikeó la lucidez al pedirme la monea, completamente sobrio, ni siquiera cara de volao. Se sentó a fumarse el pucho, al lado mío, como cualquier tipo fumando en un paradero, vota la colilla y se levanta en un impulso medio esquizoide para lanzarse a la calle a hacer su canto en un idioma indescifrable, hasta que se sienta tranquilo al lado mío, me pide el segundo pucho "Y tú, dónde vives?", me pregunta mirándome bien adentro por los ojos "Por aquí a la vuelta, si yo siempre te veo en esta esquina" le contesto mientras prendo nuestros puchos. "Ahhh, sabí de ónde soy yo?, soy de por allá de Norteamérica" me dice poco convencido. "Mmmm, no, tú no eres de allá" "de otro planeta será" le digo cerrándole un ojo y él el suyo, mientras veo cómo se me pasa nuevamente la micro. "Y qué hablai tú?", le pregunto "Ah shíii come on, come on", me responde con cara de interrogación, mientras yo capto que él no está loco como muchos transeúntes pueden pensar, él no vive entregado a la ciudad y al escaso tiempo, él vive en medio de la ciudad, hace constantemente ciudad, conquista su espacio y lo transforma en su propio tiempo y ahí se instala, siempre en la misma esquina, cantando sus frases hi hó, como comunicándose con otra urbe, al otro lado del pavimento y de los retrovisores de las micros, solo quien se detiene en su paso, quien sospecha del tiempo, merece ser abordado por un pucho o una monea, supongo yo...
lunes, junio 13, 2005
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