En un encuentro casero, mientras con mi mayor esfuerzo estrujo limones con un mortero, hago un recuento de mi día y me detengo en una situación particular. Ese día 16 de junio de 2005 se me han atravesado por lo menos cinco embarazadas en diferentes puntos de la ciudad, lo cual no pasa inadvertido a esas horas de la tarde, cuando se procesan las sensaciones del día. Entonces me pregunto ¿por qué hay días en que se repiten tipos de personas o situaciones?. Hoy fue el día de las embarazadas, pero el miércoles de la semana pasada fue el de los yupis; ayer, el día de los bancos ocupados por viejos llenando crucigramas y mañana quizás será el de los quiltros o el de las mujeres crespas, quién sabe. De acuerdo a estos detalles de mi cotidiano, cada día podría llevar un título.
Esa mañana, montada en mi bici por Providencia, se me atravesó una mujer embarazada, y desde ese momento comencé a ver embarazadas en la oficina, cruzando la calle, en la farmacia y el supermercado; situación digna de una reflexión personal. Me pregunto ¿qué cresta está pasando?, ¿será mi psiquis que anda invocando a mujeres panzonas? ¿o una mera coincidencia?, y de manera más esperanzadora me pregunto si será algún tipo de símbolo que me anda buscando.
Luego de esta reflexión, despierto al día siguiente consciente y atenta a detectar algún tipo de situación que se repita ante mis ojos, y resultó ser el día de los viejos. Por todos los bancos habían viejos sentados. Después de reiteradas situaciones de ese tipo y a partir de la intuición mi mente comienza a cuajar una idea y es que la infinidad de información que uno recibe en la ciudad no es tan dispersa, siempre hay alguna lección o imagen que te queda del día; algún símbolo que va a tu encuentro y te hace simplemente pensar "ahá, las cosas no son tan obvias por acá"
La ciudad merece al menos ganarse un título al día, por que a fin de cuentas cuando algo se te repite mucho merece un poquito de atención.
Entonces en busca de una situación análoga, una imagen viene a mi mente, se trata de un laboratorio donde un hombre de delantal blanco espera pacientemente desde su lado del microscopio el encuentro de dos células. Horas, días y años pasan sin que nada extraordinario suceda, pero un día como cualquier otro, en el momento menos esperado y sin causa alguna el lente refleja con claridad el encuentro, marcando el inicio de una serie de encuentros que se repiten en el tiempo. El biólogo extasiado grita "lo tengo!" "Mira huevón!" "Aquí está la solución".
Después de todos esos años, en que las células ni se habían rozado, un día por una razón desconocida se produjo el encuentro que dio origen a "la fórmula" y luego a la "Ley". Las preguntillas vuelven a irrumpir en mi mente ¿Qué pasó ahí? ¿Habrá sido su psiquis la que invocó ese encuentro? ¿una mera coincidencia? ¿un símbolo –ahora fórmula, ley universal- que lo andaba buscando?
Mal que mal, -dicen que...- parte de la teoría del a relatividad nació de un sueño...
A veces apuesto por que estas situaciones cotidianas -que pueden cambiar nuestra historia- o redes de coincidencias nacen del azar. El azar, constituye el presente; ese espacio donde me encuentro rodeada de una serie de objetos depositados en ESE momento a mi alrededor solo porque mis ojos existen para verlos. Todos esos elementos, son capaces de transmitirme cierto mensaje como si fueran sombras difusas de algún cuerpo nítido que se esconde tras lo más cotidiano y pequeño.
Por eso quizás cada día merece llevar un título.