martes, agosto 29, 2006

casi panacea

Cuando mis días están repletos de actividades y deberes, en cuanto tengo un momento libre me escapo a un parque o me encierro en mi ático y son tantas las anécdotas, pensamientos e imágenes que se van guardando en mí que intento volcarlos de alguna forma por necesidad, sino mi vida no vale la pena. Cada cual tiene sus canales, para mí, los canales vitales son las palabras y las imágenes. Sin ellos, cuando mis manos están castradas para delinear o teclear palabras, significa que algo no anda bien. En este sentido claro queda que algo no anda bien en mí, porque hace al menos un mes que no escribo ni una sola palabra, nada de nada, y cuando eso sucede uno empieza a meter el dedo en las yagas más dolorosas de uno intentando descifrar porqué nada nace de un día para otro. Quizás nada vale la pena para ser descrito, quizás no se ha incubado ninguna imagen en mí que me identifique con los misterios del mundo o con los otros. ¡Qué soledad más inmensa! de encontrarse con las manos castradas justo cuando tengo el tiempo de soltar mis manos y hacerlas jugar. Al estar conciente de que no tenía nada que decir, que pasaba por una frigidez intelectual o como se le pueda llamar, empecé a enmudecer poco a poco.

Hoy llegué a ese extremo. Antes no me sentía sola aunque lo estuviera, ahora me estaba sintiendo más sola que nunca porque estaba a sangre fría, conformándome con esta realidad, con lo que mis ojos veían y nada más allá, eso si que es el vacío. Hoy me hice cargo de eso, pesqué bicicleta y me fui a pedalear por la ciudad, en ningún caso esperando que el aire me trajera algún mensaje o recuerdo, o que alguna imagen urbana me diera la solución, no, simplemente me dediqué a pedalear con la mente en blanco y los ojos nublados de ese vacío que me estaba invadiendo. Llegue al parque y decididamente apoyé la bici en un arbol, acomodé mi cabeza con la mochila y estuve unos cuantos minutos mirando la nada, lo que no estaba ante mis ojos, mirando a través de esa pareja con guagua, del jardinero regando, del tipo que vendía panes y que no quería que se me acercara. Entonces saqué esa novela de Vilas Matas "El mal de Montano", de un tipo que está enfermo de literatura, que inventa un personaje que no puede escribir, que está castrado por este mundo, encarcelado por esta sucesión de días y noches que en momentos como este solemos llamar vida.

Entonces justo llegué al capítulo de los diarios, donde Vilas Matas dedica unos párrafos a diferentes autores de la literatura universal en torno al tema de la escritura; de la pasión y castración inherentes a ésta en la mente de los escritores (considerando que hay "mentes de escritores" que no han escrito un mísero párrafo en su vida).

citas, citas y citas...

No digo que esta lectura haya sido mi panacea, pero la literatura sí que lo es, me hace huir de este mundo tan solitario. La dejé dormida y ahora retorno a esa guarida y mágicamente he conseguido comprender el fondo de esta novela o más bien de mí (extrañamente me vi desde el otro lado), espero mantener ese fondo cálido y en un lento movimiento de lava volcánica, por que sólo así el aire corre delicioso dentro mío.

Espero que este sea un nuevo comienzo...

martes, junio 06, 2006

imagen

Primer plano a un pescado flotando en el mar, dejándose llevar por las olas. La cámara se aleja y da a un plano general donde se aprecia que éste se encuentra en medio del océano. Está amaneciendo, y la luz de la mañana reflecta un intenso brillo desde sus escamas. Silencio. La cámara recorre el mar rápidamente –sensación de varios kilómetros recorridos- hasta llegar a un muelle de madera, medio podrido, allí, en una misma secuencia, aparece un primer plano de unos pies curtidos y viejos en unas chanclas. La cámara comienza a subir y empieza a aparecer el cuerpo de un hombre viejo, plano americano. Atrás se aprecia un par de botes de pescador. El viejo fuma mirando el mar. Primer plano, ojos envejecidos. Sus ojos se emocionan cuando a lo lejos (y ahora un plano general del rostro del viejo y el horizonte) se ve un ínfimo reflejo de luz que viene del mar.

viernes, junio 02, 2006

Viaje al fondo del mar

Guarda el costal de harina bajo su litera de madera, apaga el fuego y sale al muelle a fumar, en espera del barco que hace treinta días encalló por última vez en la isla. En Tortel, además de carnearse animales, de extraerse hierbas y cortezas de los árboles, se cortan los cipreses completos para a cambio de unos pesos, venderlos mensualmente al barco que viaja desde Punta Arenas hacia otras ciudades del norte. De las faenas rurales y de aquello de los postes viven los 400 habitantes de la isla y entre ellos Marcelo Nahuel.

Quitado de bulla, con su boina gaucha que oculta una navaja, Nahuel fuma bajo una de las pasarelas de madera con la mirada detenida en un punto del río Baker, aquél que lo llevará lejos de su pueblo -según piensa-, la isla donde se ha ganado cierto respeto y fama, más por su silencio y su carácter de piedra que por su talento poético volcado en ese cuaderno que intenta llenar de palabras, que desde su adolescencia emergen de la soledad y la lluvia.

La fama de Nahuel se había extendido a los poblados más cercanos y ya casi no llegaban extraños a la isla. Esta había cambiado su imagen fantasmagórica y misteriosa, por la de un lugar salvaje y solitario, que se expresa cuando cae el sol, y emergen las navajas, los corridos, el alcohol y las piernas abultadas de las escasas putas que aún no han dejado el territorio. Por las mañanas, en cambio, los mismos hombre embarcan en sus lanchones para ir a labrar los campos, pastorear cabras y en ocasiones especiales, carnear algún novillo.

Nahuel fuma esperando el barco que se acerca por el sur. Pero esta vez no subirá los postes de Ciprés acumulados a la orilla del muelle, sino que piensa viajar con ellos hasta pisar tierra firme y luego desplazarse hacia la Capital. Sin duda pasará inadvertido entre esos tonélicos pedazos de madera.Dónde llegará a quedarse, él mismo no lo sabe. Pero de seguro, como escuchó alguna vez en la radio del bar y como es lógico, tendrá que llegar a la Plaza de Armas; el punto donde convergen los brazos de la ciudad, para desde allí buscarse la vida. Cargó el primer poste, simulando ser uno más de los suyos, y luego esperó, escondido tras una choza húmeda, el grito para zarpar. Durante ese último pucho, pensó en sus brazos y en la leña que había dejado cortada. Pensó en esa lluvia, ¡tan suya! Y en las rebuscadas pasarelas de madera, que alejan los pies de su pueblo de ese bosque pantanoso.

Primero llegó al poblado de Cochrane y luego se desplazó por tierra, cruzando por las tierras transandinas hasta Osorno y de allí a Santiago. El viaje tardó tres días entre aventones de lanchas y camionadas de ganado que suelen desplazarse de ciudad en ciudad. Antes de morir, Nahuel quería conocer la ciudad, no porque admirara ese estilo de vida que ya parecía conocer a través de la señal de radio que a veces llegaba de Punta Arenas. Para él, lo único necesario para sobrevivir eran sus propias manos y su mente astuta. El resto, pretensiones de lo que en su radio llaman “el hombre civilizado”.

Sin caer en contradicciones, Nahuel se había desplazado a la ciudad precisamente para probar qué tan importantes eran sus manos y cabeza -donde él localizaba las virtudes de él y su gente- en un lugar donde habitaba la disconformidad y la predisposición de lo bueno y malo, de lo bonito y lo feo y de la alienante –y exótica para él- necesidad por “ese pedazo de papel que llaman dinero”, esa incomprensible panacea.

El camión lo deja en la panamericana y al abordar la primera micro camina por el pasillo hasta el asiento trasero. El conductor le hace una seña por el retrovisor. Nahuel mira ventana afuera. El conductor lo llama con el seño fruncido. Nahuel voltea y lo mira. El conductor lo vuelve a llamar, esta vez con un grito–¡Tu boleto!! ¡O lo pagai o te bajai conchetumadre!Nahuel no le responde. El conductor detiene la micro y decide bajarlo. Nahuel se resiste. El conductor toma el garrote de atrás del asiento y lo amenaza para que baje. Nahuel levanta su boina y coge la navaja, para propiciarle un profundo corte en la panza. Nahuel se refugia tras la Catedral de la plaza de Armas y se percata de que ahí se habla diferente, al parecer allí otros son los Forasteros. Nahuel les habla y nota que son de más lejos que él. Tiene sangre en las manos, la gente lo aparta con su mirada.

Nahuel vuelve a sacar la navaja, carnea una paloma y se refugia dentro de la iglesia. El cura le ve las manos y la paloma muerta y llama al otro cura. Entre ambos lo echan. Nahuel se resiste, el cura le pone el brazo tiernamente en el hombro. Nahuel lo coge y lo arroja. El cura lo intenta abrazar, Nahuel saca su navaja y le procura un corte.

Agotado por su largo viaje, Nahuel se duerme en el confesionario y sueña con el fondo de un mar que no conoce. Sus manos y cabeza abandonadas en esa oscuridad. Sobre ellas, caracoles y algas pegadas. Como un viejo cofre olvidado. Allí todo es silencio.

jueves, mayo 18, 2006

Dedicatoria continuada

Continuando la dedicatoria del libro de Alvaro de Campos que apareció de la nada un día Jueves de Mayo en la puerta de mi casa.

...el misterio de esto que a ratos nos parece tan absurdo. Un misterio del cual sólo logramos conocer la sombra. Esa sombra secreta que se nos muestra en cada detalle y también en lo más grande. Que se encuentra en las miradas, en las calles pobladas de gente, en ese zapato roto y abandonado, en las arterias esculpidas en las hojas de los árboles, tan parecidas a las palmas de nuestras manos. Me detengo en las miradas o más bien en La Mirada, que muestra toda la pena, la felicidad, los sueños, los deseos y los fracasos del mundo: un velo que no se descorre, pero que insinúa una puerta hacia el infinito, un misterio delicioso que llamamos existencia.

A mi me encanta la vida, con todo lo que la incluye, me encanta no saber qué me depara, como un campo ancho por donde puedo correr, quizás sin saber, para llegar a un paisaje nuevo con acantilados hacia un mar violento que se azota contra la tierra. Luego seguir y llegar a un desierto inacabable, el cual seguro (me imagino) guardará un oasis para mí.

Oasis que llevo dentro, -así como el camello guarda el agua en su joroba- y que me da de beber cuando a mi alrededor es todo arena y rocas. Otro paisaje amarillo, lleno de polen y semillas que llena mi rostro de luz. O quizás una mirada, una simple mirada que puede contener todos esos paisajes. Una mirada desnuda, que contiene mis sueños, sombra de algo infinito que intuimos, como parajes nocturnos que van despertando a la luz, cuando vamos por las aceras donde el tiempo no existe, en una de las cuales nos cruzamos.

domingo, mayo 14, 2006

atracción lunar

Imprimiste un lunar en mi boca, esa noche transformada en día y te paseas por mis recuerdos, buscando ese lunar robado. Pensando en que regresaría a tu boca, probé con otro beso, pero fue inútil, porque tu lunar se grabó en la mía para siempre. Y desde ahí, tu buscas tu lunar en mi boca y yo en la tuya y así inseparables se hicieron nuestros besos.

Se me puede perder todo, incluso la cabeza, que a estas alturas está hilada a mi cuello con una puntada muy fina, (así como la basta del jumper colegial que me hacía yo misma, a punta de corchetes). Puedo -podemos- perderlo todo, pero hay algo que permanece y que en este momento identifico como algo tuyo que he guardado -quizás eso sucedió la primera vez que nos abrazamos y se me abrió una puerta hacia otro lugar- algo, que tú recuperas con mis besos, porque en ellos te entrego una porción de mí pero otra de ti, algo que me entregas y que te devuelvo (un lunar por otro lunar = ecuación alquímica). Quizás por eso nos elevamos tanto porque al tocarnos nos recuperamos el uno al otro.

Te vienes a instalar en mí en los momentos más impredecibles, y te paseas libremente por mis pensamientos, como si estuvieras en un lugar tuyo, como si tuvieras un gran pedazo de tierra adentro mío para sembrar, remover, construir, botar. Te paseas por mi tierra como si te perteneciera, por mis pensamientos como un río que va llenando de verde sus orillas y haciendo su alrededor todo fértil. Quizás en un acto de magia podrías llegar a mi lugar desierto y transformarlo en un solo oasis, yo, un solo oasis en un mundo desierto.

la verdad es que somos un oasis juntos, una excepción a la regla, algo que no nos explicamos pero que simplemente está. ¿Qué es eso que permanece? porque sí que hay algo y no sé cómo llamarlo, sólo intuyo que es algo anterior y posterior a la vez, porque el tiempo da igual, corre demasiado rápido para nosotros, como si esto no nos bastara.

sábado, abril 22, 2006


¡Feliz día tierrita linda! Aunque todos son tus días, éste lo marca nuestro calendario. Ojalá los dolores de cabeza que te hacemos pasar a diario se transformaran en cariños. Yo aportaré lo mío.

miércoles, abril 12, 2006

hoy


camino al ritmo de una música que nadie escucha

¿será porque hay luna llena?

la melodía sería como este dibujo de misterioso vaivenes.

viernes, abril 07, 2006

Bonobos

Revista el Ajo Invierno 2004/2005 Núm. 1

Hace unos tres millones de años un grupo de rebeldes vivía al sur del actual río Congo. Se trataba de un tipo de primate muy parecido al que conocemos como chimpancé. Este puñado de héroes, no sabemos aún el motivo, decidió separarse del comportamiento habitual y mutar en una nueva especie. Frente al Pan troglodytes (chimpancé), ellos se constituyeron de forma autónoma en Pan paniscus o Bonobo.
En los siguientes millones de años, nuestra comunidad disidente mostró poco interés por el desarrollo de la creación. La felicidad, es cierto, es poco estimulante para la industria, la ciencia y la avaricia. Es muy probable que los bonobos tampoco considerasen significativo que una mutación suya llamada Homo (el bonobo es el ser genéticamente más parecido al hombre) abandonase el edén en busca de nuevas fronteras.
Tiempo después, ese primo apareció denuevo por el sur del río. Ahora era blanco, tenía la nariz afilada y vestía de caqui. Era un tipo altivo, chulo y violento, sin embargo, el bonobo decidió actuar y ayudarle a encontrar el buen camino.
Berlín 1929, el crack bursátil rompe el espejo verde de la felicidad. La ciudad convierte su permisividad en una extravagante decadencia. No podía ser ni en otro sitio ni en otro tiempo que Ernst Schwartz, cuidador de los chimpancés del Zoo de Berlín, hiciese el descubrimiento. El comportamiento de los chimpancés pigmeos era sumamente extraño; se organizaban en matriarcado, sus machos nunca se agredían entre ellos, follaban cara a cara, mirándose a los ojos y, algo insólito, se besaban.
A Hitler no le interesaron los bonobos y encontró alivio en los gorilas, fuertes, machos y estúpidos como referente para el próximo salto evolutivo.
Llegamos a 1970. Una expedición de japoneses se interna por primera vez en territorio bonobo. Hacía pocos años que había acabado la más larga y extraña guerra entre chimpancés que recuerda la historia y que mantuvo enzarzados desde 1930 a cientos de tribus dejando miles de monos muertos. Ningún bonobo, por supuesto participó nunca de esa carnicería extrañamente paralela a las muchas que el Homo mantuviera en ese mismo tiempo: la Guerra Civil española, la Segunda Guerra Mundial, Corea, el GULAG y Vietnam. Una vez más, el bonobo venía a iluminar el camino de su primo. Los japoneses descubrieron que si el chimpancé es territorial, el bonobo era nómada, si el chimpancé era caníbal, el bonobo vegetariano, si uno androcéntrico, el otro matriarcal, si el uno violento, el otro absolutamente pacífico, si el primero temía el agua, el bonobo cruzaba los ríos erguido, bípedo, sin miedo. Los setenta serían pues, una década bonoba.
Pero, ¿cuál era el arma, la clave para crear una sociedad sin guerras ni violencia, donde la comida se reparte por igual y donde hasta grupos de 400 individuos se reúnen con tribus desconocidas para aullar y compartir alimentos juntos? Pues el sexo.
La actividad sexual de la hembra bonobo es diez veces superior a la del chimpancé y casi mil a la del gorila. Junto con el humano, es el único primate en celo permanente. La líbido no reprimida y constante de la hembra obliga al macho que desee perpetuarse a no perder estúpidamente el tiempo en peleas. La hembra mantiene a su vez intensas y frecuentísimas relaciones lésbicas para sellar alianzas. El sexo relaja tensiones. Si dos machos buscan bronca, pronto aparecen sendas hembras que les hacen olvidar sus ganas de pelea. Entre machos, una paja o una mamada es la forma frecuente de sellar acuerdos y retomar amistades. “Los dos contrincantes se paran frente a frente y gritan como locos durante un buen rato. Luego, uno de ellos le hace una señal al otro para que se acerque. Inmediatamente se tocan y se abrazan, refriegan sus genitales en señal de amistad y se dedican tranquilamente a juntar comida.” Escribía Frans de Waal, pionero en el estudio de los bonobos y autor de La política de los chimpancés. Las crías se inician en el sexo con adultos desde la más tierna infancia, neutralizando la pedofilia a través de su ejercicio en familia. Se trata de un juego divertido, aleccionador, socializante. Quizá por ello el pene del bonobo supere el tamaño de la media humana: la función hace la forma...

Por eso pensamos
-Que ahora más que nunca es necesario que el bonobo y su cultura vuelvan en nuestra ayuda en estos tiempos en que estamos bajo la tiranía de los chimpancés.
-Que nadie se equivoque, la genética lo ha dicho. Nosotros descendemos del amor y no de la guerra. Del gentil bonobo y no del violento, machista, caníbal, propietario y rentista chimpancé.
-Que en nuestra naturaleza está el tránsito, no la emigración. Nacimos para vadear ríos no para abrevar asustados en sus orillas.
-Que fue en los primeros tiempos cuando las diosas putas y fértiles regían el mundo, cuando el bonobismo no se había perdido en la avaricia de los machos alfa, cuando existió realmente la Edad de Oro de la que todas las culturas han hablado.
-Que el bonobo no acumula, el bonobo reparte, el bonobo se entrega, es la negación de la tesis de Freud, que sostiene que el principio del placer que mueve a todo ser, debe ser atemperado por el principio de realidad dedicado a salvar el yo, el individuo.
-Que el chimpancé es territorio y el bonobo tan solo tiempo. El bonobo nunca es yo, es siempre ahora.

Por eso exigimos
-Que la ciencia académica y reaccionaria rectifique sus chimapancescas teorías inmediatamente. El hombre no se puso en pie para ver mejor a sus presas en la sabana: lo hizo para pasear en busca de congéneres sin que le entrase agua en la nariz.
-Que se otorgue estatus de embajador especial de la ONU a los 106 bonobos que están retenidos en los zoos humanos y se les invite a colegios y consejos de administración para que adiestren al humano (el bonobo tiene un complejo idioma propio, pero es capaz de reconocer más de 400 pictogramas).
-La abolición del clan patriarcal como desviación aberrante de nuestra naturaleza.
-Que la promiscuidad sexual sea la vanguardia de las demás mezclas y mestizajes. Sabemos que la promiscuidad disuelve la propiedad, raíz de toda lucha e injusticiaa, iguala a los individuos y atempera las ambiciones.
-Que se despenalice cualquier tipo de relación sexual y pase a considerarse el sexo, y no el contrato, como la fundamental de las relaciones entre seres civilizados.
-La mujer debe ser inducida a su libre sexualidad desde su nacimiento, es la mediadora natural en los conflictos entre los hombres. Queremos que vuelvan nuestras diosas-putas-madres a gobernar a los machos.

Este número ha sido concebido a partir de un taller creativo en Girona por José Ribas, Toni Puig, Javier Esteban, Aurora Arenas, Juan Antonio Álvarez, Merce Moragas, Alejandro de la Rica y Conxita Flores.

Editan José Ribas, Toni Puig y Javier Esteban.

Edita AjoBlanco Editorial Multimedia SLBalmes, 166 bajos int 08008 Barcelona

miércoles, abril 05, 2006

Indiferencia

Tengo cita en una ciudad. Voy atrasada, corro al encuentro de ella y ésta me espera indiferente como una puta cara y preciosa parada en una esquina esperando encontrar al cliente que le de más. Me paseo a su lado, la miro de reojo e intento conquistarla, pero su mirada parece atravesarme como si yo fuera un fantasma de otro mundo. Después de algunas horas, decido sentarme en la vereda, encender un cigarro y comprender que no podré tenerla, ni por todo el dinero del mundo. Entonces en la vereda, desde el otro lado veo a una como yo, esperando a alguien. No me acerco, pero ésta sí me ve, y fija su mirada en mí. Entonces comprendo que quien creía me esperaba no era esa puta cara, sino esa niña curtida de la vereda. Esa niña que es como yo, pero desde el otro lado.

viernes, marzo 17, 2006

jueves, marzo 16, 2006

cinco paredes

Entre cinco paredes se encuentra mi vida. Dos de ellas el pasado y el futuro; la tercera, un pasadizo secreto hacia oscuros laberintos que conectan mundos subterráneos entre mí y otras vidas que aún desconozco, pero que desde esta plataforma intuyo, como criptas abriéndose, saliendo de la tierra al encuentro de otra vida. La cuarta pared, el presente, esa pared que dibujo, taladro, rompo o coloreo según el aire, el despertar y los pasares. La quinta, es la pared de los sueños, esa que atravieso...

todos contra uno

martes, marzo 14, 2006

bailarinas en mi mente

El señor de las corbatas

Preparando un proyecto ficticio para el barrio de Gracia, como a ninguno en el grupo se le ocurría un nombre para el proyecto, llegamos al acuerdo de que al día siguiente nos reuniríamos y cada uno tendría que llegar con al menos un nombre tentativo. Al día siguiente, media hora antes de tomar el metro para la universidad, comienzo a hacer esfuerzo mental para que se me ocurriera algo. Cuando fuerzo mi pensamiento a las ocurrencias es justamente cuando ellas no llegan y esa ley se volvía a confirmar cuando ya faltaban quince minutos. En los diez restantes y bajo presión se me ocurrió un nombre que iba de acuerdo al proyecto y que más aún, me había gustado. “Crea voz” y luego abajito “tu opinión es creación”. Y dándole vueltas a esa idea y con las acuarelas que le compré al Paki de la esquina, empecé a dibujar un logo con este nombre encerrado en un círculo y letras ovaladas, rodeadas de una serie de símbolos que daban la noción de barrio.

Llegué atrasada pero con el nombre y logo del proyecto, el cual, a falta de otras sugerencias, les mostré inmediatamente en el mesón de la cafetería, teniendo buenas críticas y pasando a ser el logo oficial del proyecto que expondríamos la semana siguiente frente al curso y dos profes. Es más, a los miembros del grupo les gustó muchísimo el diseño y me pidieron que diseñara a mano una franja con el mismo motivo para el Power Point.

Llegado el día de la disertación, repartimos a profesores y alumnos un tríptico con la propuesta del proyecto que llevaba en la portada el logo “Creavoz”. Al terminar la disertación, que a mi parecer fue bastante fluida, un profesor se empeñó en hacernos preguntas rebuscadas y a cuestionar los distintos puntos de nuestro proyecto, el que defendíamos a garras y uñas. Hasta que sus criticas llegan al logo y dice “...además, ¡Qué es esto!”, mostrando el diseño “¡Si parece el logo de una secta religiosa del siglo XIX!” “¡No puede ser este logo!” y así una sarta de críticas destructivas más que constructivas que ya me tenían con la pera tiritando y con el resto del grupo bastante ofendido y enrabiado.

Al terminar la disertación, salí de la clase directamente hacia el metro con una carcajada interior, y un discursillo interno en el que me auto convencía a mi misma, “bueno, en realidad lo hice media hora antes” y “sí, capaz que estaba bien mal hecho” Iba divagando en eso, cuando me encuentro con un grupo de compañeras, y una me comenta “Oye, pienso que al profe se le pasó un poco la mano con las críticas” y yo le respondo con una carcajada “¡Mi logo!, ¡mi amado logo ha sido comparado con una secta religiosa!. ¡Te creo que yo fuera religiosa, jajaja!” “Al menos si hubieran sido críticas constructivas, pero ni siquiera hizo sugerencias, sólo destruyó la idea” y agregué “Además, con qué autoridad Moral!!, me viene a criticar mi logo, con esas corbatas que se pone” Y las dos nos matábamos de la risa. “Jajajajaja!!!” “Sí moral, repetía mi compañera” “No se puede hacer un juicio estético con el gusto que tiene este hombre”Y así continuamos rumbo al metro comentando y riéndonos de los pormenores de la disertación, cuando vamos bajando y siento una mano en mi espalda. Me doy media vuelta y es el profe, rojo como ají cacho de cabra, y riéndose a carcajadas casi sin poder hablar. Y me dice “¡No te enfades mujer!” y yo lo miro a los ojos y le digo “¡No! ¡No me diga que..!” “Sí”, me dice el profe. “Osea, ¿escuchó todo?” “Sí”.Y yo me vuelvo del mismo color que él y atino a abrazarlo y decirle “¡Noooo!!, ¡qué vergüenza!! ¡Me muero de vergüenza!!” y los dos con una risa nerviosa y acalorados de la vergüenza. Yo le digo una última frase antes de que cada uno descendiera por escaleras distintas: “Bueno, tómeselo como una crítica constructiva”Y así, al día siguiente volví a clases y estaba el profe con la misma corbata de siempre y tratando de esquivarme la mirada, probablemente con miedo a que si nuestras miradas se cruzaban, alguna carcajada podría salir.
Al final me acerco a él y le pido disculpas, y él me dice, “No te preocupes, en realidad fui un poco duro, pero ustedes defendieron hasta las últimas y eso es muy importante a la hora de presentar un proyecto” y me dijo “Pero sí quedé con remordimientos” Y nos despedimos con un fraternal golpecito en la espalda, porque esa era su última clase. Y bueno, al menos creo que ni su corbata ni su cara se me olvidarán y que mi cara tampoco a él.

conmigo misma


Esa mañana de Ramblas, despierto en la habitación oscura, sin noción del tiempo, busco ansiosa el relojito de velador, veo la hora y todavía estoy a tiempo de meter la ropa acumulada de semanas y semanas a la lavadora y mientras, responder el cuestionario de evaluación para el profesor de las corbatas, con quien tengo la clase de la tarde.

Una vez terminado el cuestionario, con las respuestas más concisas posibles, siento que la ropa aún da vueltas de un lado a otro, con la fuerza de la función “centrífuga” de la máquina. Y como todavía me queda por lo menos un cuarto de hora, me fumo un porro y me asomo por el balcón a mirar a los gringos con camisetas azules del Chelsea quienes junto a sus infaltables galones de cerveza, gritan extraños himnos, eruptando y tomándose invasoramente el paseo (tipo paseo Huérfanos de Santiago, pero con otra fauna como se imaginarán).

La máquina se ha silenciado hace ya varios minutos y yo ni me he percatado, distraída mirando a los gringos y a esa abuela catalana del Barsa que con las manos les hace señales de insultos y les enseña su culo ancestral. Continuando mi misión doméstica, lleno el carrito de prendas húmedas y me dirijo a la lavandería del Raval, para terminar de secar esa ropa en las secadoras industriales, porque en estos días de invierno no hay posibilidad de colgar la ropa a secar en el balcón, bueno, y en verano tampoco porque supuestamente está prohibido mostrar conductas tercermundistas, es decir, colgar las pilchas ventana afuera en un paseo tan cosmopolita e internacional como el de las Ramblas de Barcelona (se trata de las polémicas “Leyes cívicas”). Paradójicamente, desde las mismas Ramblas, nace la calle Sant Pau, que da inicio al barrio del Raval, donde ya comienzan a divisarse los rasgos de espacios urbanos como imagino hay tantos en el mundo, con las ropas colgando ventana afuera, inmigrantes, prostitutas ofreciendo servicios las 24 horas, yonkis, algún que otro quiltro (aunque son muy escasos por estos lados), y de vez en cuando una posa sospechosa con restos de verduritas o jugos gástricos. En fin, camino por ahí con mi carrito hacia la secadora automática del Raval, que funciona metiendo una monedita por cada diez minutos y en la espera, un pucho, sapear a los transeúntes o quizás caminar por los alrededores, pero nunca alejándose tanto para estar pendiente de la ropa y el carrito, que podrían desaparecer en un dos por tres por un mínimo de distracción. Meto la primera moneda y me siento en la cuneta con un cigarrito para esperar. A los diez minutos introduzco mi mano en la secadora y la ropa sigue igual de húmeda, entonces meto tres monedas más y sigo esperando. Cuando ya voy en los cinco minutos de espera, la calle me tienta en exceso. Esa torre vieja de piedra, los skaters que pasan soplados por media calle, o esa anciana islámica media coja que me pega una mirada tan profunda para después continuar su camino. O esa otra mujer, ya de edad, de pelos rojos disparatados y sus dientes todos quebrados que camina de pies abiertos gritando calle afuera, como si alguien la estuviera persiguiendo.

Esa y otras situaciones me van alejando de la lavandería y ya me encuentro frente al patio trasero de lo que fue una iglesia o templo antiquísimo, todo enrejado como un zoológico y dentro algunos sillones viejos, cuerdas colgando de árboles y un gato. Luego, otro gato durmiendo bajo un de los sillones y unos gatitos pequeños escondidos tras la rama del árbol. Dos gatos más entre las cuerdas, y así un sinfín de felinos que van apareciendo y multiplicándose con mi mirada. Es como una casa ocupa felina, donde los gatos bien alimentados, sanos y felices comparten su espacio y se acicalan fraternalmente, claro gracias a quien se encargó de dejar ese tremendo posillo con comida, otro con agua e incluso una serie de cuerdas y juegos didácticos para que ejerciten sus garras en un lugar donde en la mayoría de los casos les sirven de adorno. A lo lejos veo un grafiti, donde sale pintado un enorme y gordo ratón vestido con motivos de la bandera de Estados unidos, y escrito algo así como “a los hermanos del norte no les damos la mano” Y así comienzan a aparecer una serie de grafitis en muros de edificios prácticamente abandonados y prendo otro cigarro y sigo caminando cuando... “¡chuuu!!, la ropa.” y me vuelvo rápidamente a la lavandería y el carro y la ropa intactos, dando vueltas, vueltas y vueltas. Entonces dejo mi mochila en el mesón y me lamento de no haber traído esa novelita que me estoy leyendo que no está nada de mal. Sigo esperando y se me ocurre subir a mi antiguo piso para saludar a mis ex compañeros, pero el carrito me estorba, entonces me siento a leer los carteles de instrucciones para las lavadoras en español y catalán y el “sonría que lo estamos filmando”.

Cuando la ropa ya está seca, me instalo en el mesón a doblar prenda por prenda, sorprendida y orgullosa de una minuciosidad nueva en mí.Meto la ropa dobladita en el carro y vuelvo a la casa, con bastante hambre, pero apenas entro, en la sala principal están los amigos mexicanos sentados conversando animadamente, entonces dejo el carro en la entrada y me echo en el sillón a “huevonear”, como dicen ellos. Cuando me dan ganas de fumar nuevamente y comienzo a buscar mi mochila que no está en la sala. “¡Bah! qué raro, la debo haber dejado en la pieza” “¡tampoco!!”Y así comienza un ardua e inútil búsqueda hasta que comprendo que con mi entusiasmo y minuciosidad textil he dejado mi mochila en la lavandería y ya ha pasado al menos una hora desde ese momento. Vuelvo al Raval ya sin esperanzas de recuperarla, y efectivamente no hay nadie, sólo una señora ecuatoriana que me dice que ni rastro de mi mochila negra había visto.

Me vuelvo a la casa, con un sentimiento neutro, es decir, ni angustiada ni contenta. Me siento en el salón y por un minuto pienso en todos los objetos de “no valor” que guardaba adentro, como ese block entero rallado con frasecitas y dibujos, o ese pañuelo viejo que guardaba como reliquia hace ya tanto tiempo y para qué decir la misma mochila, ya sin cierre y toda destartalada que nunca había querido botar. En una segunda reacción, pienso en los objetos “de valor” que guardaba adentro, como tarjeta del banco de chile, 50 euros, celular, apuntes de la universidad, es decir, la vida se me podría haber desvanecido en esos segundos, pero ¡no! Experta en pérdidas riesgosas, tomo el teléfono y marco al banco para bloquear tarjeta. ¡Y listo! pero ahora salgo por las calles y siento que me falta algo, porque no tengo nada que llevar, ni siquiera llaves de la casa, sólo a mí misma. Luego, nuevamente cambio de casa, arriba, cerca de sagrada familia y sin teléfono ni plata, ni block para rallar solo me abrazo a mí misma, es que me quiero tanto y si me dan ganas de salir o ubicar a alguien, supongo que tengo que ir directamente a tocarle su puerta.Esa misma billetera que rescaté de las líneas eléctricas del metro de Santiago y del estanque del water de una fiesta en Matta con Rosa, fue dejada junto a mi mochila voluntariamente en el Raval.

A quien la haya encontrado, espero se haya tomado o fumado o comido esos euritos, que le haya cocido el cierre y si es árabe, el pañuelo le sirva para tapar la cabeza de su mujer.

martes, marzo 07, 2006

martes, febrero 28, 2006

lunes, febrero 06, 2006

canción del eco



Busco despavorida el eco
que en aquel tiempo me devolvía el viento;
eco susurrante que se mecía en mi oído
Y lágrimas dulces derramaba de mis ojos.

Busco el eco aterrada,
por temor a no volver a hallarlo;
ese eco de voces subterráneas,
de vida de astros y leyendas

Una tarde mis oídos se vuelven sordos,
presos de la miseria del mundo
y el eco que todo lo poblaba
habitante entre tú y yo,
entre galaxia y galaxia
incluso entre silencio y silencio
me ha abandonado

Y mi cuerpo, huesos vacíos
Y mi alma, vino desbordado
mi alma de vino ya no va a su encuentro
Y esos ecos de astros y leyendas
me abrazan para arrojarme
dejando escombros de mis huesos por el mundo

Y que no quepa duda del engaño
quien alguna vez creyó amar mis huesos,
mi piel, mis ojos y mi voz
ha amado a quien ya no existe

Alma de vino
inundada de pena,

alma en pena que busca eco de esas voces subterráneas,
de astros y leyendas
y quizás los busca porque alguna vez,
un tiempo infinito atrás
esa fue su voz extirpada

viernes, febrero 03, 2006

La Señora

No toque la puerta, vieja
que ya son casi las seis
Esta pieza sin ventanas
No quiere sol ¿lo ve?

¿Qué es lo que usted viene ahora
a pedirme de madrugada?
Querrá entrar a la gata
¿qué es lo que le entra en ganas?

Yo se que esta casa enorme
la vio nacer y morir
Pero pido no me estorbe
este placentero dormir

Señora yo le prometo
Oírla un buen rato
Pero no intente meterse
A mi casa con ese gato

El avión por poco se estrella
Y vengo desde muy lejos
”el que descansar quiera
Que se tumbe como un viejo”

Son palabras de la niña
Que me recibió esta mañana
“Si quieres duermes conmigo
Si no te vuelves de España”

Así durmiendo en su cama
Oía nerviosos golpes
De la vieja solitaria
Que avivar quería el boche

Y a la niña le pregunto:
-¿y quién es esta señora?
-solo es una vieja loca
que se siente muy sola.

-Y porqué no abrirle si toca?
¿Si solo oídos quiere?
-es que ella inventa historias
y molesta cuando puede

-busca pretextos falsos
para joderme la vida.
Me dice la niña fría
mirando hacia otro lado”

-Que no entren extraños!
,se me acabó el lavalozas
no enjuagaste el lavablo”
me dice bien caprichosa.

-¿Será porque vive sola?
Sin nietos ni sobrinitos
será que es un pretexto
Sólo para hablar contigo?

Cuando salga de esta pieza
y escuche sus fuertes golpes
la puerta le abriré
para ver cuál es su boche.

Quizás una buena historia
Tendrá ella para contarme
y yo saber de su vida,
de esos tiempos de antes.

De brújulas y gatos
que a este puerto han venido,
historias de amores muertos
o largas noches con vino.

lunes, enero 30, 2006

Ningún lugar está aquí o ahí

Ningún lugar está aquí o está ahí
Todo lugar es proyectado desde adentro
Todo lugar es superpuesto en el espacio
Ahora estoy echando un lugar para afuera
estoy tratando de ponerlo encima de ahí
encima del espacio donde no estás
a ver si de tanto hacer fuerza
si de tanto hacer fuerza
te apareces ahí sonriente otra vez
Aparécete ahí aparécete sin miedo
y desde afuera avanza hacia aquí
y haz harta fuerza harta fuerza
a ver si yo me aparezco otra vez
si aparezco otra vez
si reaparecemos los dos tomados de la mano
en el espacio donde coinciden todos nuestros lugares

Esta vez habla Oscar Hahn, uno de los grandes de la poesía chileno, quien fue profesor mío durante un semestre.
Porque estoy lejos y mi imaginación está proyectando hacia afuera a quienes han ido a mi lado, es que este poema ha rondado aquí dentro.

sábado, enero 21, 2006

La luna y sus lunicidades



Quiero cantar esta noche. La ventana ancha se abre y deja entrar al generoso brazo de la luna, el que se despliega lentamente, llevándose mis penas ventana afuera. Se las guarda consigo y las arrulla con silenciosas canciones para devolverlas con esa cálida luz que en las noches va envolviendo mis pasos, cuidando que nada en mi entorno se oscurezca. Todos quienes se me van acercando, toman color de luna, transformándose en lunáticos, lunatizados por mis penas que ésta devuelve en una tenue plegaria. Pero mis penas no son amargas, si la luna se las quiere llevar con su brazo para arrullarlas, es por su dulzura, como la de un niño huérfano que no sabe a dónde ir. Sólo esperan a ser llevadas, y alumbrar los rostros silenciosos de quienes pasean por mi acera. Ella entra por mi ventana, con su brazo de luz y yo suspiro y ya estás tú.

jueves, enero 19, 2006

Canción desde Sitges, dedicada a todos los artistas...


Una mesa de tres patas
no se puede sostener.
Las copas y cigarillos
están a punto de caer.

Pero una cuarta pata
llega sola a contener,
un suntuoso banquete
de caviares y baguettes

En el borde de la mesa
un vaso de agua solo llora
porque nadie lo coge
porque nadie lo añora

Los hombres hambrientos
sólo toman lo del centro
y de tanto comer
se ponen sedientos.

El agua está presente
aunque nadie la ve
y es el único remedio
para acabar con su sed

Los hombres saciados
derraman gotas de sudor,
es que al agua no han visto
¡y esa es su solución!

De pronto llega Tulia,
Renata, Silvia e Isabel
y todas cogen el vaso
que nadie quiere beber.

Es que en esa gran mesa
los hombres no quieren ver
que en el borde se encuentra el agua
que podrá apagar su sed.

El centro y la perisferia,
es un tema de poder
El pueblo en las aceras
sus historias y su haber,

son el agua del banquete
que invisible a veces llora,
pero son el alimento
que este mundo tanto añora

**Este es una pequeña canción improvisada en el pueblo de Sitges -a media hora de Barcelona-, el último verso puede ser sujeto a modificaciones...